sábado, 6 de abril de 2013

Día D: Diario de a bordo // viernes 5 de Abril


¡Buenos días/tardes desde Bangkok!

Antes de preparar el post sobre la aventura de hoy, comparto con vosotros el relato de ayer (que no he podido compartir antes por falta de wifi gratuito). 

Estambul. 19:17

Un Policía bien majete (y “apañao” vamos) me pregunta esta mañana en el control de Policía con una voz ciertamente interesante “¿dónde va señorita?”. Y yo respondo de un salto, como los niños responden las tablas de multiplicar en clase con alegría, “Bangkok”. “Uy, que lejos”, comenta él, y yo mientras me empiezo a reír para adentro, mordiendo me el labio contesto “pues allí que voy a la aventura cuatro meses”. Asienta la cabeza como si fuera una señal de admiración y casi trotando paso el control que parecía que por momentos se inundaba de una aura rosa. No se si mis tennis (deportivas) fluorescentes habrian tenido que ver.

Pero vayamos al comienzo de la jornada. Por que no todo lo de hoy ha sido de color rosa. Ni mucho menos. Eran las 08:30 de la mañana cuando suena la alarma y me obligo a salir de la cama cual marmota y con el cuerpo dolorido me comienzo a estirar. Llego al baño y mi cara pálida cual Bella en la saga crepúsculo noto un mareo algo serio... ¿Serán los nervios?, me pregunto. Supongo que tendrán algo que ver si, pero aquello fue a más y el mareo se tradujo en ganas de vomitar. Y así estuve una hora, dormitando por mi casa, con las manos temblorosas y con mi madre observándome con cara de preocupación. Hasta que recordando los remedios naturales de la abuela, mi madre exclama “¡bicarbonato!”. El remedio de la abuela funcionó a la perfección y pude “liberar” todo lo que me había sentado mal, no sin tener que salir corriendo a la cita con el dentista. ¿A alguien le habrá pasado algo similar el Día D de un gran viaje?

Una vez de vuelta a casa, coge la maleta y para el aeropuerto. Conduzco yo, de forma firme y concentrada por la lluvia que caía en Marbella, ¡qué parecía que era el fin del mundo! Pero esa concentración me viene bien para fijarme bien en la carretera y no en mi madre, que estaba sentada en el asiento del copiloto con una cara que lo decía todo. Sentimientos bastante parecidos a los míos la verdad… Una mezcla entre orgullo, miedo y felicidad. Un bola de emociones que como una pelota de nieve rodando en una cuesta en Sierra Nevada, se iba engordando a la medida que nos acercábamos al aeropuerto. Para cuando llegamos al aeropuerto la pelota de nieve tenía forma de muñeco de nieve, con sus ojos de piedra y su nariz-zanahoria. Pero se desvanece en cuanto con un gran abrazo y las lágrimas en los ojos me despidido de mi madre con un “te quiero, cuídate. 4 meses no son nada”. Espero que lo recuerde siempre.







































Una vez montada en el primer avión que tengo que coger todo empieza a ir mejor. Mi barriga parece que se estabiliza, me toca toda la fila para mi misma y empiezo a ver una película estupenda. Una siesta de la que me levanta la azafata al abrir la ventana y llegamos. Y aquí estoy Istambul Estambul (me acabo de enterar que se escribe así en Español). Pero sólo de paso.























Dejadme que vaya a explorar un poco la zona, comer/cenar algo, y vuelvo al hostal para compartir mis experiencias sobre hoy... ¡os aseguro más de una sorpresa! 

Besotes

4 comentarios:

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  2. Estoy como una madre llena de orgullo y felicidad! Todo mi love pequeña saltamontes.

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  3. Respuestas
    1. En la cama, leo tu post, las lágrimas limpian el resto de maquillaje de mis pestañas.
      Gracias Maribel, te sigo muy orgullosa, triste y feliz.

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